Agradeciendo el ciclo

(2006)

Dejé de viajar, de moverme,
de cambiar continuamente lo externo,
me desbaraté la huida, y me caí hacia adentro
primero en un espejismo de profunda tristeza,
en una sensación de prisión paralizante
que hizo que por fin mirara más allá,
más adentro de lo que siempre miré
encontrando así un oasis interno,
enfrenté mis sombras, iluminé algunas,
recién salgo a explorar tantas otras,
empiezo a reconciliarme con tanta permanencia,
con este viaje estático en un lugar insípido, incoloro, sin alma
que así no me distrae de mis propios sabores, de mis colores, de mi espíritu... dejo de resistirme a la aventura mayor: el crecimiento.

Mi hija empezó a hablar, a razonar conmigo, a mostrarme su mundo de ternura primigenia, a traducirme su mirada profunda, sus sonrisas sabias, su sincera rabia , sus genuinos deseos, su mente sorprendente, su insondable misterio... Mi hija y yo estrenamos lenguaje, las palabras dan su versión de una complicidad que comenzó la primera vez que la vi a los ojos, pidiéndole permiso para cortar el cordón y arrojarla a la vida.

Se lo pedí a la luna y me lo concedió casi inmediatamente: Dicen que los deseos se cumplen cuando estamos listos para recibirlos y no estamos dispuestos a conformarnos con menos. Por eso siento que yo pase mi vida preparándome para estar con el, con mi compañero. Toda la incongruencia de los errores pasados empezó a tener sentido cuando hace 4 años nos encontramos en una parada de "colectivo". Este ciclo de lucha dura y constante, de intentos de libertad económica y de seguridad, de fracasos y de volverlo a intentar, de días repetidos, mecánicos, llenos de exigencias, deberes, rutinas me inspiran a agradecer las noches que aun nos quedan: sus manos en mis manos, sus ojos en mis labios, su piel en mi alma, su fuerza en mi duda, su fe en mi hastío, su dolor en mi ternura, sus raíces en mis alas, su amor en el mío.

A pesar de los cambios, las corazas, las manchas y los disfraces que a veces trae la edad, aun muy adentro permanecen esos niños que fuimos. A veces parece que desaparecieran aburridos, pero bajo la magia de la nostalgia y la memoria o ante la presencia espiritual o física de un amigo verdadero, los niños internos se reaniman devolviéndonos la alegría mas primaria, el entusiasmo mas genuino, la autenticidad de la confianza, los vívidos recuerdos compartidos. Agradezco mis amigos, los viejos, los nuevos, los que ya no están, los que siempre estuvieron y los que vendrán. A mis viejos queridos, mis mejores amigos, mas allá del tiempo y los roles; a mis hermanas a las que me une no solo la sangre y la historia compartida, sino el disfrute mutuo, el incondicional cariño. Agradezco mi gente, mi tribu.

Esa alegría que se encuentra después de la tristeza. La alegría que viene de reconocer la belleza mas allá del dolor, de las nostalgias, de la injusticia infinita, de la maldad con poder, de las tragedias. Esa alegría posible a pesar de la conciencia y quizás gracias a ella. Este año he aprendido la intensidad del detalle, la belleza de lo cotidiano, la insospechada paz que se esconde tras aprehender las verdades mas terribles, y las mas hermosas.